La persona, en algún momento de su vida, generalmente se para y se detiene ante la fe. Yo no me paré hasta los catorce años. Desde los 12 años estuve con muchas preguntas. En realidad, yo tenía un interrogante que me intranquilizaba mucho, porque no hacía caso de Dios, sino que hacía lo que a mí me interesaba.
Y si existiera?
4. Yo era muy feliz porque mis estudios iban muy bien, los deportes también, pero siempre uno puede ser más feliz y me decía: «¡Siempre se puede ser más feliz! ¡Si puedo tener dos carreras, mejor!». Sin embargo, me incordiaba siempre una misma idea, debido a la creencia de mis padres, a su fe.
Entonces, a los catorce años -estaba estudiando el bachillerato con los Hermanos de La Salle-, y pienso: «No. Yo no paso más adelante. Si Dios no existe, yo no quiero ir a la capilla ni a perder el tiempo. ¡No, no me interesa! Pero, ¿y si existiera? ¡Si existiera me conviene averiguarlo!».
Después, he empleado este mismo argumento para mucha gente: «¿Y tú estás seguro de que no existe Dios? ¿Y si existiera…? ¿Y tú?». «Sí, ¡pero como no existe!». «Pero yo te digo: si existiera…». «¡Hombre, pero como no existe!». «Pero, si existiera, ¿qué?» «¿Y quién me lo va a decir? Si se lo pregunto al cura me dirá que sí existe. Si se lo pregunto a un ateo, de los que quemaban las Iglesias en aquellos tiempos, me dirá que no. Si tuviera ocasión de preguntárselo al Papa, me diría que sí».
Pensé lo que me decía mi padre y mi madre: que Dios era muy bueno y nos amaba. Si es así, me contestará. Me dirigiré a Él porque, con este interrogante, no quiero vivir la única vida que tengo.
Si existes hazme feliz
5. Entonces tomé en mi mano un crucifijo bastante grande que tenía cerca[1]. Era la primera vez que lo hacía con algo de interés. Lo besé. Ante este Cristo, marcado de llagas y sangre, roto, medio deshecho y digo: «¿Qué le voy a pedir?» Pues yo tenía siempre una respuesta cuando me preguntaban qué quería ser de mayor. Yo decía, «cualquier cosa menos cura o fraile».
Entonces, yo pensé que ya solo faltaba que me pidiera esto. Para prevenirlo, yo le voy a pedir otra cosa: «¡Si existes, dame una felicidad mayor!» Porque yo estaba bien, con mis estudios, el deporte, etc. ¡Le seguía mirando muy fijamente, muy serio! Le dije: «Si existes, hazme feliz». Y esperé la respuesta. ¡Me dio tal alegría! Una alegría para mí desconocida, pero tan entusiasmante, que yo no podía aguantar tanta belleza y me dije: «Bueno, puede ser algo psicológico, algo sintomático». Pero me fue en aumento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario