¿Quieres encontrar la verdadera felicidad?
- Es una realidad que todos deseamos, vivir felices
Muchos artistas intentaron captar en una pintura la felicidad perfecta.
Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la felicidad perfecta. Muchos artistas intentaron y realizaron pinturas. El Rey eligió las dos que más le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era una escena en la que había un bello y colorido jardín lleno de flores, bajo un cielo azul en el que paseaban personas sonrientes y en paz.
La segunda mostraba un mundo de violencia, con rostros angustiados, con una tormenta llena de rayos, en un ambiente gris y lúgubre.
Cuando el Rey miró detenidamente, se percató de que en medio de todo aquel panorama sombrío había un viejecito sentado en una banca, con un rostro sonriente que reflejaba una gran felicidad interna.
El Rey escogió la segunda pintura y explicó el porqué había elegido esa pintura diciendo:
“La verdadera felicidad no nos viene de afuera, sino de nuestro interior”.
Es una realidad que todos deseamos vivir felices. No hay nadie en el género humano que no esté conforme con ese pensamiento. Ahora bien, según nuestro criterio, no puede llamarse feliz el que no tiene lo que ama, sea lo que fuere; ni el que tiene lo que ama si lo perjudica; ni el que no ama lo que tiene aun cuando sea lo mejor. Porque el que desea lo que no puede conseguir, vive en un tormento. El que consigue lo que no es deseable, se engaña. Y el que no desea lo que debe desearse, está enfermo. Cualquiera de estos tres supuestos hace que nos sintamos desgraciados, y la desgracia y la felicidad no pueden coexistir en un mismo hombre. Por lo tanto, ninguno de estos seres es feliz. Por ello, estamos convencidos de que el ser humano es feliz cuando posee y ama lo que es mejor para él. No hay nadie que sea feliz si no disfruta aquello que es lo mejor, y todo el que lo disfruta es feliz; por lo tanto, si queremos vivir felices, debemos poseer mejor para nosotros.
Por lo tanto el ser humano debe buscar lo mejor para él. Esto, desde luego, tendrá que ser algo que sea mejor que él, porque lo que sea peor que él, lo envilecería. Si el ser humano encuentra algo más excelente que pueda ser objeto de su amor, no habrá duda de que debe esforzarse en conseguirlo para ser feliz.
Entonces, si la felicidad consiste en conseguir aquel bien que no tiene ni puede tener superior, o sea el bien óptimo, ¿cómo podremos decir que lo es la persona que no ha alcanzado su bien supremo? ¿Y cómo puede haber alcanzado el bien supremo, si hay algo mejor a lo que pueda llegar?
Este bien debe ser de tal condición que no se pueda perder contra nuestra voluntad, porque nadie puede confiar en un bien si teme que se lo quiten aun queriendo conservarlo. “El que no está seguro en el bien de que goza, no puede ser feliz mientras vive con ese temor”, decía San Agustín. Debemos, pues, buscar qué es lo mejor para el hombre. Ahora bien, el hombre es un compuesto de alma y cuerpo y, desde luego, la perfección del hombre no puede residir en el cuerpo, dado que el alma es muy superior a todos los elementos del cuerpo. Luego, el sumo bien del mismo cuerpo no puede ser ni su placer, ni su belleza, ni su agilidad. Todo ello depende del alma, hasta su misma vida. Por tanto, si encontrásemos algo superior al alma y que la perfeccionara, eso sería el bien hasta del mismo cuerpo
Por lo tanto, la felicidad es Dios; “Sólo Dios hace al hombre feliz”, como bien lo dice la Sagrada Escritura. El seguirlo está bien; el conseguirlo, no sólo bien, sino que es vivir feliz.
Bien claro nos lo dice también la misma Escritura: “Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma” (Mt. 22, 23). Así mismo: “Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?... ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución?
¿El hambre? ¿La desnudez?” (Rm 8 28-35). En Dios tenemos el compendio de todos los bienes. Dios es nuestro sumo bien.
Jesús nos advierte --así la importancia que tiene el optar por él, amándolo sobre todos y sobre todo, y, por tanto, haciendo sólo la voluntad del Padre, es decir cumpliendo el plan que Él tiene para cada uno de nosotros, y de esa manera se cumplirá su promesa de que su Padre y Él harán su morada en nuestro corazón, y por tanto poseeremos ese sumo bien. ¿Quieres encontrar la verdadera felicidad? ¡Deja de buscarla y perseguirla en ti mismo, con tus propios medios, con tu propio esfuerzo, en doctrinas y filosofías extrañas! Confía en el Señor . Él es el único que te la puede dar.
Francisco Javier Cruz Luna
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